Marca:
"El Barça sale goleado y entre olés"
 
 
 
La Nueva Espana:
"El Barcelona, de dolor"
 
 
El Mundo:
"El Barcelona se queda a las puertas de Roma"
"Francesco Totti destrona a Rivaldo"
  
   
 
El Pais:
"El Roma descuartiza al Barça"
 
 

 
EL PAIS, 27/02/2002
 
El Roma descuartiza al Barça
 
El Roma descuartizó al Barça en menos que canta un gallo. En un plis, plas y sin mancharse. Rexach quiso ser Capello y envió a su equipo a un martirio. El escarnio azulgrana contrastó con la fiesta giallorossa. Nunca se había visto nada igual en el olímpico de la capital italiana.
 
Ante la condescendencia barcelonista, el Roma edificó un triunfo estridente con el mínimo esfuerzo, pero anunciado en cuanto dio inicio la contienda. Diga lo que diga la clasificación, la goleada deja al club catalán en una situación precaria porque derrotas como las de anoche dejan huella sentimental y futbolística. 
No hay manera de que el Barça escarmiente. Achantado ya en la Liga, anoche se encogió en Europa. En una y otra competición ha cedido su puesto de privilegio y hoy aparece como un equipo menor, desestructurado y desorientado, maleado por pequeños y grandes. De nada le sirvió el partido del Camp Nou. Repitió los errores y se suicidó sin remisión. Rexach hizo un mal diseño y el Roma le sepultó. Traicionó el Barcelona su cultura futbolística. Quiso neutralizar al rival y, a cambio, se negó a si mismo.  
El partido fue largo rato espantoso por inanimado y hasta ridículo si se atiende a la parafernalia grandilocuente que lo rodeó. Así son las cosas en Roma. Ni estirando la alineación con la entrada de un segundo delantero que trabaja como un medio (Delvecchio) en detrimento de un tercer tapón defensivo (Tommasi), tuvo el Roma un mayor protagonismo ofensivo que de costumbre, aunque el marcador diga otra cosa. El equipo no ganó agresividad ni perdió kilos sino que el Roma fue el tostón de todos los días. Ahí estaba: altivo, organizado y aguardando a que el Barcelona se equivocara. 
Espantado quizá por la talla de los jugadores rivales, hombres antes que futbolistas, Rexach replicó con otro once de peso y que, a fin de cuentas, no era ni una cosa ni la otra, ni tocaba lo suficiente ni rompía lo necesario. Mal asunto. Teniendo principio y final, defensas y delanteros, con Rivaldo como hombre franquicia, el Barcelona estuvo falto de juego por la manera como los centrocampistas fueron esparcidos por la divisoria. Los azulgrana parecieron defenderse un tiempo con un punto de comodidad, insuficiente y más tratándose del Barça. A cambio, sin embargo, se extraviaron en cancha ajena, tanto por la ausencia del medio centro como por la sustitución de los extremos por volantes. Apareció un muñón en mitad del campo. Al Roma ya le iba bien así. 
En el puesto del liviano Xavi, apareció Gerard, un jugador de mucha planta y que, sin embargo, no tuvo ninguna presencia en el partido. Faltos de referente y mal puestos como estaban los futbolistas, con los zurdos (Motta y Rivaldo) jugando por la derecha y los diestros por la izquierda (Luis Enrique y Kluivert), mientras Cocu atacaba a Totti, el Barcelona procuró más guardar su portería que apuntar a la contraria. A base de músculo y de nervio, de tensión y concentración, fue masticando el partido, conservando la pelota cuanto pudo, procurando limitar los errores, evitar las pérdidas de balón en las jugadas de elaboración propia que pudieran armar la contra del Roma. Procuró tapar las bandas, obligar al adversario a jugar a partir de Samuel y no de Cafu y Candela y procuró aislar a Batistuta. Más que afirmarse, pretendía neutralizar al contrario. 
El Roma se apercibió enseguida de que el Barcelona le planteaba un partido a la italiana. No se impacientó más de la cuenta. Aceptó que la contienda se convirtiera en un desgaste psicológico de difícil aguante, superior incluso al partido del Camp Nou. La cuestión estaba en no meter la pata. Uno podía hacer lo que le diera la gana menos pifiarla, que no es poco, de manera que las concesiones por una y otra parte fueron muy escasas hasta bien entrado el encuentro, un terreno abonado para los italianos. El Roma fue navegando como si afrontara una jornada más del calcio, en la que el empate se da por descontado y la victoria es siempre el premio a la paciencia, un resultado que se puede atrapar sin necesidad de jugar a fútbol. 
Así fue como llegó el gol de Emerson, en una acción que más bien fue un churro, pues no se sabe hacia dónde iba el disparo de Candela. El tanto castigó el juego del Barcelona, mezquino, especulativo, falto de grandeza. Ni contar con Rivaldo le alivió los males. Ni supo ir a por el partido ni tampoco reequilibrarlo. Darle un gol de ventaja al Roma significa firmar la derrota, cosa ya sabida y anunciada por Rexach, aunque nada hizo por corregirlo. La entrada de Overmars fue tan tardía como contraproducente porque alivió al Roma, que salió como un tiro en cada contra, hasta marcar el segundo tanto, toda una noticia para un equipo tan rácano como es el de Capello y un gran acontecimiento para la hinchada, enamorada de Montella. Desfigurado el Barcelona, al Roma le dio tiempo incluso de marcar el tercero y cerrar una de sus noches europeas más gloriosas a costa de un Barça del que no quedaba nada más que un montón de ceniza. Habrá que empezar a montar el equipo de nuevo. Y así hasta no se sabe cuándo.
 

 
EL MUNDO, 27/02/2002 
 
CAE ANTE EL CONJUNTO DE CAPELLO
El Barcelona se queda a las puertas de Roma
 
ROMA. El Barça se quedó a las puertas de Roma. Intentó conquistar el pequeño imperio de Fabio Capello y fracasó de una forma dolorosa para mayor gloria del técnico italiano, un especialista en sacar petróleo de las piedras.
El camino azulgrana en la Liga de Campeones vuelve a estar sembrado de minas y suerte tuvo que el Galatasaray no pasó del empate frente al Liverpool. Y es que cuando se vive siempre peligrosamente, casi al filo de la navaja, se acaba en el la sala de urgencias de un hospital o en una fosa común. El parte médico, de momento, es de pronóstico reservado. Todavía depende de si mismo.
Ante un partido de tanta trascendencia el presidente Gaspart se dio una vuelta por el Vaticano para acabar con los cirios de la basílica. Rexach, que va por la vida de agnóstico, prefirió encomendarse a Rivaldo y echó mano de su manual de sorpresas. Tenía el técnico azulgrana olvidado a Gerard desde el 27 de enero y se acordó de él para que contribuyera a la transformación de un equipo que busca desesperadamente el equilibrio. También rescató al joven Motta para dibujar un choque de pizarra en el Cocu recibió la orden de convertirse en la pesadilla de Totti.
 
Fabio Capello tampoco le anduvo a la zaga y apenas retocó el equipo. El patricio por el que suspiran tantos dejó en el banquillo a Tommasi y apostó por el Delvecchio. Su invento no le dio el resultado que esperaba, porque con un mediocampo de picapedreros fue incapaz de hilvanar una sola jugada, hasta el punto de que el Roma no tiró a un puerta en todo el primer acto.
Con un ambiente de auténtica fiesta futbolística los actores no estuvieron a la altura de las circunstancias. Recibido el Roma con la banda original de la película 'Gladiator', el grupo de Capello al que se le presumía un león vista su impecable actuación en el Camp Nou, acabó siendo un perfecto minino durante los primeros 45 minutos. El Barça lo sedó de una forma poco vistosa, pero muy profesional.
Rexach quería que sus chicos sobaran el cuero y lo hicieron a base de bien, con intercambios constantes de posiciones, sujetando a Cafu y Candela por las bandas, gracias al trabajo de Sergi y Motta, sorprendentemente escorado a la derecha. Tampoco dejó en paz el grupo a la defensa italiana al abrir el campo con Rivaldo y Kluivert para que no se produjera el habitual embudo.
Despreciando olímpicamente el mediocampo, el Roma parecía un equipo de rugby o más bien un melonar y Capello al ver que de aquel huerto no podían salir ni patatas sacó tras el descanso a Montella para que revolucionara el ataque y ayudara a un desconocido Batistuta, que ya no tiene magia en sus botas ni la pituitaria en aquellas condiciones que le hacían estar en el lugar adecuado y en el momento preciso.
La jugada de póquer le salió bien al técnico romano. Su equipo se transfiguró a base de fuerza que no de técnica. Totti decidió tomar el mando de las operaciones, aprovechando el bajón físico de Cocu y el Barça comenzó a recular. Y por si eso fuera poco, en un jugada afortunada, Emerson rompió lo que parecía un partido condenado a las tablas. Para el Barça comenzaba todo un calvario y la salida de Overmars no sirvió para nada porque el holandés no está para ejercer de Simón Cirineo.
De ser un equipo medianamente organizado, el Barça pasó a ser poco menos que la 'banda del empastre'. Se quedó sin fuerzas, dejó que lo abrieran en canal al encajar un nuevo gol, que firmó Montella, y entró en una fase de desesperación total. La tardía salida de Xavi no arregló nada y Rivaldo, muy mermado y renqueante, ya no estaba para realizar labores de taumaturgo.
Tampoco era la noche de Puyol, el 'Gladiator' azulgrana que sólo se pudo ir al ataque en la recta final, cuando el partido ya estaba finiquitado para mayor gloria del Roma que marcó el tercer gol entre los olés de su enfervorizada hinchada.



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